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psicopediahoy.com
de fecha 17 de Septiembre del 2015, con un articulo tomado de La primera
entrevista terapéutica
El modo como la
persona experimente la primera entrevista condiciona el futuro proceso
terapéutico. La primera entrevista
ha de convertirse en un instrumento
relacional para reorganizar expectativas, intencionalidades, direccionalidades
y responsabilidades, fomentar una atmósfera cálida de aceptación, confianza y
empatía.
El primer encuentro,
o contacto psicológico, conforma una relación interpersonal en el que dos
personas (psicólogo y paciente) inician una comunicación, una relación, en la
que se pone en marcha un determinado proceso terapéutico. Entre los sujetos
interactuantes se produce un intercambio comunicativo global con el fin de entrar en el mundo interno
del paciente, reconocer sus sentimientos así como su realidad, explorando
los planos psicológicos implicados en el proceso de evolución del paciente.
La
entrevista es una relación peculiar, ya que debe tener un objetivo, un
propósito y ser más que la mera conversación. Así, en el
comienzo de la misma quedan definidos los roles, el espacio y el tiempo, así
como la dimensión afectivo-emocional de la relación.
La relación
terapéutica pretenderá ayudar en la evolución de los conflictos de la persona,
proporcionando instrumentos para la adaptación de su ser y su relación con los
otros. Por ello, la entrevista será un medio necesario para que la persona se
implique, autoexplore en sus sentimientos y muestre el ángulo subjetivo de sus
vivencias.
No es infrecuente
que el paciente en la primera entrevista se encuentre en una situación de
confusión, dubitación o angustia a la hora de dar a conocer su mundo interno,
es por ello por lo que el psicólogo, en su rol de terapeuta, deberá mostrar una
comprensión empática, haciendo, de esta manera, más fácil la comunicación
auténtica de los sentimientos del paciente, favoreciendo un clima de confianza
y aceptación, evitando enjuiciamientos, presión o coacción.
Condiciones
y actitudes en la primera entrevista terapéutica
Una
de las funciones como psicólogo, en la primera entrevista terapéutica,
será la de empatizar con la persona, conocer su ser, sus circunstancias y cómo
las vive la persona. Por ello, será necesario fomentar que el
paciente se implique a sí mismo, haciéndose consciente de sus vivencias,
pensamientos y sentimientos.
Una de las
dimensiones más importantes que ha de trasmitirse como psicólogo es la
fiabilidad (nadie puede dar lo que no tiene), en sentido de competencia y
habilidad personal y técnica para fundamentar el vínculo positivo de ayuda.
La actitud de
atención, percepción y comprensión hacia la persona permitirá proporcionar al
paciente una atmósfera en la que experimente seguridad y confianza,
favoreciendo un encuentro consigo mismo, así como la libre expresión de
actitudes y sentimientos, además de sus contradicciones y resistencias.
Del mismo modo, será
necesario transmitir la importancia de la responsabilidad y capacidad, de
predisposición, motivación y colaboración del paciente en el proceso
terapéutico, promoviendo su sentimiento de autoeficacia y de autogestión. Es
decir, la persona tiene que tener una conciencia de crisis o necesidad que le
promueva al cambio, esto es, intencionalidad; además, su actitud debe implicar
el deseo de superación y de cambio, es decir, direccionalidad, poniendo para
ello a disposición sus propios recursos, lo que significa responsabilizarse y
colaborar en el proceso terapéutico.
Cabe destacar que
existen pacientes que debido a su falta de interés o pasividad (por diferentes
causas) demandan una actitud más activa o directiva por parte del psicólogo,
con lo que se delega en él la responsabilidad y la capacidad de evolución
terapéutica. Señalar que la primera entrevista terapéutica puede ser
un momento para clarificar los roles y las responsabilidades, reformulando la
demanda y apuntalando la intencionalidad y direccionalidad en el proceso
terapéutico.
Contenidos
de la entrevista inicial
La primera
entrevista terapéutica está formada por diferentes fases o aspectos:
Anamnesis: Tras
el saludo y las presentaciones pertinentes, se abordarán diversos datos
personales y biográficos, con el objetivo de ir formulando la historia clínica.
Pero, además de los
datos personales y biográficos, existen otros indicadores que nos dan
información acerca del paciente. El cuerpo comunica por sí mismo, en diferentes
niveles, y uno de ellos es el canal no verbal, el cual se encuentra bajo un
menor control consciente, lo que nos debe suministrar una información valiosa
en la formulación del proceso terapéutico.
Los movimientos del
cuerpo, además del rostro, pueden darnos pistas sobre las necesidades internas,
expectativas y conflictos de la persona. La postura y la configuración espacial
que adopta el paciente, puede informar su estatus o rol social.
En lo que respecta
al saludo, se pueden reconocer posiciones y posturas en el acto de
aproximación, observándose giros del cuerpo, enfrentamientos posturales, lo que
nos puede indicar tipos de relación en el pasado o expectativas de la misma
hacia el futuro.
Además, las expresiones faciales son un indicador extraordinario de las emociones,
pudiendo así tomar un contacto más profundo con los sentimientos del paciente,
ya que no es infrecuente que la persona se niegue a hablar o se sienta incapaz
de hacerlo, pero será insólito que
trasmita silencio con su rostro y su postura corporal.
Las manos, por otro
lado, frecuentemente comunican y revelan información sobre la persona, tanto en
los movimientos como en el aspecto de las mismas. Probablemente en la medida en
que la persona tenga dificultad en la expresión o en la explicación de sus
circunstancias, así como una necesidad de mayor atención, aumentará el
movimiento de sus manos. Del mismo modo, las uñas son indicadores claros de
estados de salud, pudiendo clarificar pautas de alimentación, índices de
tensión o nerviosismo.
Dado que las
personas también nos comunicamos a través del olfato, los diferentes olores
biológicos son un excelente sistema de señal, como por ejemplo la
transpiración, que puede ser un indicador de higiene, tensión, temor.
Respecto al aspecto
físico o forma de vestir, señalar que explicita rasgos de la persona en función
de si se trata de formas extravagantes, llamativas o por el contrario es
discreta, oscura; la forma en que se combina.
La voz y el tono
refleja en gran medida el estado de ánimo, así puede denotar persuasión,
preocupación, cansancio, desinterés, etc.
Además de lo que se
refiere a la comunicación no verbal, son de gran importancia las condiciones
psicosociales de la persona, como es la organización del tiempo de trabajo y de
descanso. La planificación de los mismos nos dará información sobre su
capacidad para distribuir labor y ocio y de su libertad para alternarlos, de la
salud y el bienestar de la persona, además de expectativas, motivación,
necesidades, preferencias y capacidades de adaptación.
El historial
educativo y formativo nos posibilitará adecuar nuestra comunicación a un nivel de
comprensión por parte del paciente, y nos permitirá ajustar el nivel de
expectativas.
El conocimiento de su recorrido sanitario y psicológico nos posibilitará saber de sus tendencias e implicaciones en su proyecto vivencial.
Por todo ello,
deberíamos trabajar en la interpretación del estilo gesticular, los ademanes,
el comportamiento corporal de la persona, adiestrándonos en lecciones de
cinesis.
–
Demandas y expectativas
La persona acude a
la consulta con diversas demandas y ampliamente variables, como puede ser la de
buscar una relación paternal, en la que demanda la dirección de su vida; o tal
vez una demanda confirmatoria con el objetivo de asegurarse sus propias
decisiones; o sintomática, con el fin de curar una enfermedad psicosomática
evitando la exploración interna; también se puede dar la demanda mágica en la
que la persona reclama la recuperación espontánea.
Al igual que la
demanda y en relación con la misma, las expectativas con las que llega el
paciente a la consulta son muy diversas. Así podemos encontrarnos con personas
con expectativas muy negativas, derivadas tanto de malas experiencias pasadas,
como por verse obligadas o empujadas en el proceso por una tercera persona; y/o
encontrarnos con expectativas no realistas en la medida en que el sujeto
sobrestime nuestras capacidades como psicólogos, delegando su responsabilidad
en el proceso.
–
Contrato y cierre
Como es sabido, en
toda relación terapéutica inicial ha de aparecer una situación de contrato en
la que se especifican las condiciones del proceso terapéutico, las respectivas
responsabilidades, la duración aproximada, así como los pasos del proceso terapéutico.
Cabe destacar que existen casos en los que debido a la personalidad del
paciente o sus circunstancias, el contrato ha de hacerse con un carácter más
explícito, es decir un análisis pormenorizado del proceso (que siempre será
cambiante).
En esta última parte
de la entrevista se deberá poner en juego nuestra habilidad para clarificar el
primer contacto con el paciente, ya que uno de los objetivos en la primera
entrevista es establecer la relación terapéutica, y así poder comenzar el
proceso, con el objetivo de incidir en el conflicto del paciente.
Conclusiones
Por todo ello,
señalar que no existe un único tipo de entrevista inicial, concreta e
inamovible, sino que dada las diferentes dinámicas y cambiantes condiciones
terapéuticas presentadas en este primer contacto, es preciso poner a
disposición del paciente todos los recursos y capacidades que manejamos como
terapeutas.
Así, el modo como la
persona experimente la primera entrevista condiciona el futuro proceso
terapéutico.
La primera entrevista
terapéutica, por tanto, ha de convertirse en un instrumento relacional en el
que se reorganicen expectativas, intencionalidades, direccionalidades y
responsabilidades, además de fomentar una atmósfera cálida de aceptación,
confianza y empatía.
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