Comencemos afirmando que
desde que el hombre apareció sobre la faz de la tierra han existido ciertas
estrategias y técnicas de vigilancia dirigida de unos grupos hacia otros,
característica inherente en todas aquellas sociedades humanas donde la clase social
está presente. Pero, la vigilancia como rasgo institucional, centralizado y
omnipresente en la vida social de los individuos, es un fenómeno que se fue
perfeccionado desde inicios la llamada época moderna, en su seno surge el
desarrollo de las tecnologías que requiere el sistema económico-político
llamado capitalismo .
La vigilancia se institucionaliza como un monopolio exclusivo de un sector de la sociedad: los dueños de los medios de producción. Por lo tanto, las nuevas formas de control social están relacionadas con el impulso de las nuevas tecnologías y la creación de sistemas de vigilancia que el capital requiere para su perpetuación.
La vigilancia se institucionaliza como un monopolio exclusivo de un sector de la sociedad: los dueños de los medios de producción. Por lo tanto, las nuevas formas de control social están relacionadas con el impulso de las nuevas tecnologías y la creación de sistemas de vigilancia que el capital requiere para su perpetuación.
Consideramos que las
sociedades contemporáneas y sus estructuras social-políticas combinan
principios democráticos y actitudes autoritarias de manera simultánea que tienden a definir un nuevo tipo de sociedad,
utilizando para ello los avances en telecomunicación y computación para mediar
la altivez del vulgo.
En realidad uno de los
aspectos novedosos de éste tipo de sociedades que evoluciona a la par del
desarrollo tecnológico será la combinación de su mayor intensidad y
sistematización de las tecnologías, donde fundamentalmente la vigilancia será
la estrategia que reemplace progresivamente a la coerción física como un medio
para mantener el “orden” y la armonía de los individuos, buscando coordinar las
diversas actividades de los grandes sectores de la población.
Este salto evolutivo de
las formas de control social fue estudiado
y descrito magistralmente por Michel
Foucault en su libro de “Vigilar y
Castigar” (1980).
Lo sorprendente del modelo
de control social que descubrió Foucault, es que comenzó siendo una trágica
historia de pérdida de libertad e intimidad, donde hoy es aceptado voluntaria y
gustosamente por los sujetos. Se trata
de una forma “suave” de persuadir y de hacer que se acepte esta invasión a la
intimidad, ayudando a controlar y disciplinar las conciencias de los individuos
y de los grupos.
Foucault en su análisis
social esboza la importancia de la existencia y funcionamiento de la vigilancia,
centrado en el desarrollo de un sistema carcelario.
En su propuesta se observa
que se ha asistido en la conformación de un nuevo tipo de estructura social que
remplazó a la antigua sociedad del espectáculo por una sociedad de la
vigilancia que cimentó el perfeccionamiento de los dispositivos disciplinarios
que aseguren el control y la “normalidad” de los individuos que formen parte de
una sociedad históricamente determinada.
En
esta sociedad de la vigilancia propuesta por M. Foucault podría llamarse
también sociedad panóptica. Esta se caracteriza por reproducir la
estructura y funcionamiento del poder económico, político, social y cultural.
La sociedad panóptica es un símil de una prisión ideada que el arquitecto J.
Bentham y que retoma Foucault en su esbozo social, donde la prisión tiene como
finalidad maximizar la eficacia y minimizar la economía del sistema carcelario
con el propósito de domesticar las almas.
Según M. Foucault, "el
panóptico (...) debe ser comprendido como un modelo generalizable de
comportamiento; una manera de definir las relaciones de poder en la vida
cotidiana de los hombres (Foucault, Vigilar y Castigar: 1980).
En la arquitectura del
panóptico, la mirada (su ausencia o presencia) es poder, en eso reside el
secreto de su éxito.
El panóptico, según
Foucault, es “una construcción ... [de celdas y espacios] donde cada prisionero
es perfectamente individualizado y constantemente visible [a los ojos de quien
observa], mientras que, desde la celda, el reo no puede observar quien lo
observa si es que lo observa alguien” (Foucault, Vigilar y Castigar: 1980).
El panóptico se presenta
como un dispositivo que concentra su eficacia en la nueva articulación del eje
ver y sin ser-visto (fundamental en todo sistema de vigilancia). En palabras de
Foucault “el panóptico es una máquina que disocia la pareja ver-ser visto”
(Foucault, Vigilar y Castigar: 1980).
De esta manera, el
individuo que forma parte de la estructura panóptica se sabe en un estado de
permanente vigilancia y eso garantiza su pasividad y control de sus
movimientos. En el panóptico la inspección (desde la posición del poder, o sea
de quien vigila) funciona sin cesar. La mirada está por doquier, aún sin
estarlo realmente, ya que el diseño del dispositivo induce a aquel que está
dentro de él a “un estado consciente y permanente de visibilidad”. Poco importa
quien es el sujeto o el objeto de esa mirada, la garantía de su posible
existencia alcanza para poner en marcha el engranaje de la relación
dominante-dominado.
En las sociedades actuales
donde la multiplicación y complejización de las relaciones interindividuales
puede atentar contra el normal desarrollo y convivencia de los individuos
ubicados en el sistema, es importante garantizar el orden social, es ahí que el
esquema de poder disciplinario propuesto por el panóptico cobra importancia,
debido a sus mecanismos de observación que son capaces de penetrar en el
comportamiento de los hombres determinando sus tareas y sus conductas ,
asegurando con ello orden y adhesión social.
El
alcance del panoptismo, ese sentido, es ilimitado, ya que “es capaz
de reformar la moral de los individuos, preservar la salud, con el fin de
revigorizar a la industria, difundir la instrucción, aliviar las cargas
públicas, establecer la economía…” (Foucault, Vigilar y Castigar: 1980).
El panoptismo se disemina
en todos los niveles que conforman la estructura de la sociedad con el objetivo
de profundizar su desarrollo: “se trata de aumentar la producción, desarrollar
la economía, difundir la instrucción, elevar el nivel de la moral pública;
hacer crecer y multiplicar” (Foucault, Microfísica del Poder: 1980).
No es de extrañar,
entonces, que sea la sociedad moderna, más precisamente la sociedad
capitalista, el reflejo del esquema panóptico ya que esta exige el máximo
rendimiento al menor costo posible.
Desde una óptica marxista,
si se dan cambios en la infraestructura económica (modo de producción, fuerzas
productivas, etc.) estos cambios determinan también transformaciones en la
superestructura social, y es en esta fase donde se exige una sociedad
disciplinada y específica para evitar la desintegración social, al respecto
Foucault señala: “nuestra sociedad no es la del espectáculo, sino la de la
vigilancia; bajo la superficie de imágenes, se llega a los cuerpos en
profundidad (...) se persigue el adiestramiento minucioso y concreto de las
fuerzas útiles (...) estamos en la máquina panóptica, dominados por sus efectos
de poder, que busca prolongar en nosotros mismos, ya que somos uno de sus
engranajes” (Foucault, Vigilar y Castigar: 1980).
Paralelo al desarrollo de
los medios de producción y las fuerzas productivas, el avance tecnológico
perpetúa el sistema, los mecanismos del poder se han intensifica y su aparato
de control parece haberse perfeccionado para mantener alienados al populacho al
sistema.
La mirada panóptica cuenta
con numerosos aliados que garantizan su eficacia. Los ojos que vigilan se han
multiplicado, para ello los medios de comunicación las telecomunicaciones y la
computación han contribuido a afirmar esa fuerza de homogeneización que
envuelve a los individuos en las sociedades contemporáneas.
En ese sentido, el poder
panóptico asegura la docilidad y la utilidad de todos los elementos del sistema
capitalista, pero sobre todo el más importante, el proletario.
Las imágenes captadas por
las cámaras de video y reproducidas en monitores han impuesto un cambio en la
relación de los individuos con el mundo, pero al mismo tiempo han multiplicado
la mirada. La mirada se vuelve múltiple, los mecanismos panópticos del poder se
intensifican y extienden sus redes atravesando a los individuos siendo
vulnerados en su intimidad.
En los espacios cerrados
(casa, escuela, fábrica, sindicato, iglesias, hospital, cárcel, universidades)
el individuo es vigilado en todo momento y desde todos los ángulos posibles, el
sujeto está inserto en un lugar fijo de la estructura social productiva y ante
el menor de los movimientos se halla vigilado, controlado y registrado. En este
BIG BROTHER, el control del (los) individuo (s) se muestra y mantiene permanente.
A través de un aparato
detector se revisa el cuerpo, un televisor registra los rostros (los gestos),
las computadoras permanentemente suministran información sobre los individuos,
apenas sucede algo “anormal” en el individuo el poder lo detecta y lo trata de
corregir. En esta sociedad de la vigilancia hay siempre una mirada que todo lo
abarca y que lo sabe todo, existe un Gran Ojo.
Una sociedad de vigilancia
puede ser definida como una sociedad del orden y como tal de progreso (ya que
sólo en el orden es posible el progreso, reza el positivismo), pero de un
progreso que, sin embargo, parece no haber traído grandes ventajas y beneficios
para los individuos, sino, sólo para los dueños de los ojos vigilantes.
Asimismo dentro de una
sociedad de vigilancia la burocracia es la cara visible del poder. Poder que no
es detentado por nadie, poder que asegura su presencia a través de redes por
donde circula información de los individuos y que mantiene en alerta al sistema
ante alguna señal de sentimiento, emoción o pensamiento propio.
Este sistema reviste una
importancia capital, ya que el esquema de vigilancia permite un pleno control y
conocimiento de los individuos que deben ser deshumanizados. El poder se nutre
de esa información diseminada en la “Gran Red”, ya que mediante ella puede
perpetuarse y afianzarse apoyándose en las máquinas (computadoras), cámaras de
video y monitores.
Para M. Foucault, el
individuo forma parte del engranaje del poder, quien lo afianza con su
presencia y labor. En palabras de Foucault: “el poder marca, caracteriza y
tipifica al individuo dentro del sistema, determinando quien es normal y quien
no lo es y de acuerdo con ello, establece pautas de conducta general a seguir”.
Consideramos que la
burocracia es el lugar de la no-distinción, el cual reproduce un modelo
panóptico de organización; el aparato burocrático desarrolla interrelaciones a
distintos niveles jerárquicos, dividiendo el poder en departamentos que forman
una cadena infinita para el sistema productivo en línea, que no permite saber
cuál y quién es el primer y último eslabón de esa cadena.
El poder se ramifica y se
multiplica, actúa y controla, pero no tiene centro, no hay una cabeza visible
que lo detente efectivamente a ese poder.
En el panóptico se alcanza
ese conocimiento abstracto del poder, que solo se especifica arbitrariamente a
través de la burocracia (o sea de sus efectos), para que se vuelva efectivo.
En este sentido se cumple
la predicción foucaultiana de que el poder panóptico automatiza (a los
empleados como trabajadores autómatas que esperan a que la mirada de mando
desaparezca para evadirse por un instante, consumiendo imágenes que el poder
-los medios- proveen) e individualiza; el poder es siempre visible en sus efectos
(la burocracia, los grandes edificios, la televisión, el radio, el jefe, el
capataz, el policía, el soldado, el juez, etc.) pero nunca verificable
concretamente, en tanto no hay una persona que lo ejerza, alguien que se
responsabiliza por ese aparato. En suma, es una mirada que no tiene dueño.
En una sociedad panóptica,
el poder basado en modalidades disciplinarias, la mirada impone una fuerza de
homogeneización que garantiza su efectividad, borra las singularidades,
paradójicamente multiplicándolas. El poder define la individualidad de las
personas en tanto las clasifica, las jerarquiza, les otorga una utilidad, un
lugar dentro del sistema, pero al mismo tiempo, les niega cualquier posibilidad
de vivir esa singularidad que les concede.
Por lo tanto, la
organización reemplaza a los nombres por números (los prisioneros son un
número, el contribuyente es un número, el alumno es un número, el ciudadano es
un numero como el CURP ), y a los rostros por máscaras (las cirugías estéticas
deforman los rostros, los torturadores usan máscaras, los detenidos son
encapuchados, las fuerzas de seguridad esconden su rostro dentro de un traje
negro o gris).
Esa fuerza homogeneizante
se impone no sólo sobre las almas (a través de la imposibilidad de afirmar la
singularidad), sino también sobre los cuerpos y mentes.
De acuerdo con lo expuesto
hasta el momento, a diferencia de un sistema tradicional (la sociedad del
espectáculo), los términos de la eficacia de un sistema de poder se miden por
su presencia y por su invisibilidad. De ahí su éxito.
En la sociedad de la
vigilancia los individuos sufren un cambio trascendental y se definen solo por
su anomia, su ausencia, por su invisibilidad o, lo que es lo mismo, por su
presencia ausente.
El panoptismo “hace de
modo que el ejercicio de poder no se agregue desde el exterior, como una
coacción rígida o como un peso, sobre las funciones en las que influye, sino
que esté en ellas lo bastante sutilmente presente para aumentar su eficacia
aumentando al mismo tiempo sus propias presas” (Foucault, Vigilar y Castigar:
1980).
El poder circula, decide,
actúa, pero el individuo al que somete no es capaz de identificarlo
concretamente. Su presencia es evidente en todos los niveles de la vida social,
su profusión de redes lo convierte en una ausencia aparente y le otorgan un
estatuto de inaccesibilidad que garantiza su eficacia y existencia.
Concluimos que:
• Los nuevos mecanismos de
vigilancia de tipo panóptico tienden a difundirse cada vez más y a medida que
estos mecanismos se vuelven más sutiles, se tornan también más amplios,
ejerciendo más control que antes, sin que las personas lo perciban y se
molesten.
• El panóptico es una
forma de vida en la medida que las personas aceptan que el seguimiento es
inevitable, sus hábitos cambian. El dominio privado se estrecha; parece irónico
alarmarse porque ahora sea invadido, cuando en realidad habría que preocuparse
por determinar cómo se redujo tanto.
• Cuando el panóptico se
convierte en característica de la vida en comunidad, la diferencia entre el
espacio “público” y lo “privado” se hace difuso.
• Uno puede decidir no
recurrir a la utilización de tales tecnologías, evitando así que se le
restrinja su libertad personal.
• Pero, se corre el
riesgo, a la vez, de perder otros tipos de libertades y oportunidades que esas
nuevas tecnologías ponen a su disposición.
• Al respecto, hay quienes
afirman que, "hay pocas dudas de que dentro de una gama sorprendentemente
amplia de actividades las personas eligen perder su intimidad por su
seguridad".
• Lo anterior definiría un
“Pacto con el Diablo”: la intimidad que se intenta “proteger”, pero hace tiempo
que está restringida.
fuente
García Jiménez, R.: El
panoptismo: nuevas formas de control social, , en Contribuciones a las
Ciencias Sociales, diciembre 2009,www.eumed.net/rev/cccss/06/rgj2.htm
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