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En sus estudios sobre las
razones que nos inducen a comportarnos de una determinada manera, los
psicólogos han formulado una serie de teorías y han seguido diversos caminos
para confirmarlas o refutarlas.
Teorías
de la motivación
Las teorías de la
motivación se agrupan en 3 categorías. Algunas subrayan la base biológica de la
motivación, otras acentúan la importancia del aprendizaje y otras se concentran
en el papel de los factores cognitivos.
Teorías
Biológicas
Una de las teorías más
antiguas de este grupo en la que atribuye la conducta humana a la herencia de
los instintos, que actualmente definimos como pautas relativamente complejas de
comportamiento que no ha sido aprendidas, como en los pájaros el instinto de
construir el nido y el de buscar comida en las hormigas. Sin embargo, estos
teóricos consideraros “instintos” rasgos como la curiosidad, el gregarismo o la
adquisición, pero no lograron determinar un número limitado de instintos para
poder explicar la conducta humana. Además, la teoría de los instintos no podía
explicar las diferencias individuales. Estas razones, así como el creciente
conocimiento de parte de los psicólogos sobre la importancia que el aprendizaje
y el pensamiento desempeñan en el comportamiento humano, les llevó a abandonar
la teoría de los instintos.
La
teoría del impulso, tal y como fue desarrollada por Hull (1943),
intentó superar estas deficiencias. Hull acentuó la importancia de los impulsos
biológicos, estados de intención interna, que impelen a los animales y a las
personas a la acción. A diferencia de los instintos, que se supone que no sólo
impulsan sino que también dirigen la conducta, los impulsos proveen sólo de la
energía que predispone la acción. Lo hacen produciendo un estado de tensión que
la persona o el animal desea modificar. La reducción de ese impulso representa
el refuerzo suficiente para que se produzca el aprendizaje. Así, si un perro es
acuciado por el hambre y por casualidad encuentra comida entra la basura,
aprenderá a buscar en ésta cada vez que tenga hambre. Aunque la teoría del
impulso ha perdido interés, en parte por no tener en consideración los nuevos
conocimientos sobre los procesos cognitivos subyacentes al comportamiento
humano, todavía existe un generalizado consenso sobre la existencia de los
impulsos humanos tanto aprendidos como no aprendidos.
Otros psicólogos
propugnaron la existencia de impulsos psicológicos junto a los biológicos para
explicar la conducta humana. Desde que en 1938, cuando Henry A. Murria sugirió
por vez primera que la satisfacción de ciertas necesidades activa y dirige la
conducta, algunos psicólogos han intentado identificar y medir tales
necesidades. Mientras Hull había estudiado principalmente necesidades fisiológicas
como el hambre, la sed o la sexualidad, el creciente énfasis puesto en las
necesidades psicológicas y en la diferencia que se producen en éstas entre una
persona y otra, condujo finalmente al enfoque humanista, representado por
Abraham Maslow (1970).
Teorías
del Aprendizaje
Los partidarios de estas
teorías argumentan que aunque las necesidades biológicas pueden desempeñar
algún papel en el comportamiento, el aprendizaje desempeña un papel mucho más
importante a la hora de dirigir la conducta animal y humana. Se establece en
este punto el argumento diferencial entre este y otros enfoques, especialmente
cuando advertimos que algunos de los teóricos del impulso, incluyendo al propio
Hull, reconocieron que, aunque convenía subrayar que algunas necesidades son
aprendidas, las necesidades más comunes de lo que son y que en su opinión las
necesidades aprendidas son características de los seres humanos. El principal
representante de la teoría del aprendizaje ha sido B.F. Skinner (1953), quien
demostró que un gran número de conductas se pueden enseñar recompensando al
animal o a la persona inmediatamente después de haber realizado la conducta
deseada.
Los teóricos del
aprendizaje social, como Albert Bandura (1977), ampliaron las ideas de Skinner,
argumentando que la recompensa más poderosa para el ser humano es el refuerzo
social, como el elogio. Así, un niño que es elogiado por su trabajo escolar,
desarrollará el “hábito” del rendimiento académico. Gracias a la capacidad
humana para procesar la información simbólica, también podemos aprender a
través de la observación. Un niño que ve a alguien conseguir lo que quiere con
un berrinche imitará probablemente es te comportamiento. Elegimos como modelo a
las personas que parecen conseguir las mayores recompensas; para los niños
estas personas suelen ser sus padres. Aunque las teorías del aprendizaje
explican muchas de las conductas más importantes, ignoran los factores físicos,
tales como los efectos de las sustancias químicas en la sangre, y los factores
cognitivos, como, por ejemplo, la influencia de distintos estilos de
pensamiento.
Teorías
cognitivas
Explican nuestra conducta
basándose en los procesos del pensamiento humano. Los psicólogos cognitivos
hacen hincapié en que la manera como reaccionamos a los acontecimientos depende
del modo como los interpretamos. Si una mujer extraña me da un pisotón, por
ejemplo, puedo interpretar la acción de diversas maneras: lo hizo a propósito,
está borracha, es inválida. La interpretación que elija determinará mi respuesta.
Los teóricos de la atribución representan este enfoque. Los teóricos de la
consistencia cognitiva conceden mayor importancia a la forma como procesamos
selectivamente la información, modificando nuestra manera de pensar de forma
que se adecue a nuestra conducta y viceversa. Por ejemplo, rechazamos u
olvidamos una información que no concuerda con nuestras creencias y actos.
La conducta que se dirige
hacia la obtención de una meta determinada dependerá de cómo se evalúen ciertos
factores. Los fines poseen valores incentivadores o valencias. Cuando una meta
tiene para mí una valencia más grande que otra, existe mayor probabilidad de
que la elija. (Si tengo la posibilidad de correr en dos carreras distintas un
mismo día, elegiré la que posea un recorrido más bonito o la que me ofrezca más
posibilidades de vencer.) Las expectativas también son importantes, como la
expectativa de si una meta es realista, o sin tengo la capacidad de alcanzarla
y cuánto tiempo tardaré.
Cada uno de los enfoques
precedentes tienen algo que ofrecer. Aunque hubo tiempo en que los psicólogos
se apresuraron a descartar las teorías del instinto, en la actualidad nos damos
cuenta de que los seres humanos se hallan predispuestos biológicos para
realizar determinadas actividades. Del mismo modo, las demás teorías de la
motivación explican conductas en situaciones determinadas.
Cómo
estudian los psicólogos la motivación
Ya que el campo de la
motivación es tan amplio, la mayoría de los investigadores centran su esfuerzo
en un área concreta o en un tema específico, como el hambre, la sexualidad, la
agresión o la conducta de logro. En el marco de estos temas el investigador
puede enfocar su atención sobre los factores biológicos, aprendidos o
cognitivos y/o en la manera en que estos diferentes factores interactúan.
Los investigadores de la
motivación emplean virtualmente todas las técnicas psicológicas descritas en
esta obra. Pueden explorar los mecanismos hereditarios y las influencias
prenatales. Pueden efectuar operaciones para alterar las estructuras del
cerebro y observar sus efectos. Pueden buscar las concentraciones hormonales o
de otras sustancias químicas en el cuerpo. Pueden diseñar experimentos de
laboratorios para estudiar los efectos del aprendizaje. Pueden crear tests para
investigar la manera de pensar de los individuos. En definitiva, interpretan
sus descubrimientos para intentar explicar los diversos tipos de conducta.
Cuándo
los motivos entran en conflicto
La vida, raras veces
resulta simple. A menudo, nos sitúa ante dos o más posibilidades de actuación,
todas hasta cierto punto motivadoras. Imagínese, por ejemplo, que está a punto
de dar un beso a su novia y en aquel momento empieza a sonar el estómago,
recordándole que no ha comido nada desde el día anterior. ¿Da un paso atrás
inmediatamente y sugiere ir a comer algo? ¿O prosigue el beso, ignorando la
vergüenza que le han producido los ruidos de su vientre, así como las molestias
del hambre? Los investigadores de la motivación han clasificado justamente este
tipo de conflicto en las cuatro categorías siguientes (Lewin, 1938, 1948):
Conflictos de
aproximación-aproximación: ocurren cuando se siente atraído simultáneamente por
dos resultados o actividades deseables.
Conflictos de
evitación-evitación: aparecen cuando siente repulsión por dos o más resultados
o actividades indeseables.
Conflictos de
aproximación-evitación: surgen cuando una sola opción tiene a la vez elementos
positivos y negativos
Conflictos de múltiple
aproximación-evitación: son los que encontramos más a menudo en la vida.
Abarcan situaciones en las cuales existen varias opciones y cada una de ellas
contiene tanto elementos positivos como negativos. No es de extrañar que sean
las más difíciles de resolver y las que causan mejor estrés.
Emoción
Tiene miedo. Está enojado.
Contento. Se encuentra con pena. ¿Qué significan estas palabras? ¿Qué siente
cuando se halla en un determinado estado emotivo? ¿Está usted interpretando las
sensaciones físicas causadas por la liberación de alguna sustancia química en
el cuerpo o la activación de alguna parte del cerebro o bien resulta que el
fuerte sentimiento que está experimentando es algo subjetivo que debe su
existencia a los procesos de pensamiento en su cerebro, que lo han creado y
denominado? Buena parte de las investigaciones sobre la emoción han intentado
responder a estas preguntas.
Teorías
de la emoción
Las principales teorías de
la emoción consideran a ésta un sentimiento bien fisiológica, bien cognitivo o
bien o como un producto de la interacción de factores físicos y mentales. En la
próxima figura se muestran descripciones gráficas de las tres teorías más
importantes.
Teorías
de James-Lange (Los sentimientos son un producto físico)
Dos científicos que
trabajaron al mismo tiempo, el psicólogo Carl Lange (1885), llegaron a puntos
de vista tan parecidos, que podemos considerar sus contribuciones de forma
conjunta. Esencialmente, ambos dudaron de la suposición tradicional de que
primero se vive algún suceso (por ejemplo, que se nos acerque un ladrón), se siente
acto seguido la emoción (el miedo) y luego experimentados las sensaciones
fisiológicas relacionadas con esta emoción (el corazón late más deprisa, la
respiración se acelera, las palmas de las manas sudan, ect.) y nos comportamos
de la manera que creemos más adecuada a la situación (luchamos, gritamos, nos
desmayamos o corremos). Tanto James como Lange arguyeron a favor de una
inversión des esta secuencia, es decir, que la base de las emociones deriva de
nuestra percepción de las sensaciones fisiológicas, como los cambios en el
ritmo cardíaco y la tensión arterial y las contracciones de los músculos
viscerales y el esqueleto.
De acuerdo con esta teoría, cuando le insultan
no se siente enfadado y luego experimenta los síntomas fisiológicos de la ira,
sino al contrario, su corazón y respiración aumentan de velocidad y sus
músculos se tensan, y entonces interpreta estos cambios corporales como “estoy
enfadado”. Esta teoría sostiene que las respuestas fisiológicas son diferentes
para cada emoción, lo cual no siempre es verdad. En suma, aunque la teoría
posee cierto grado de validez, no oferta una explicación completa de la
experiencia emocional.
La retroalimentación
(“feedback”) de las respuestas fisiológicas no es necesaria para experimentar
una emoción, aunque pueda ser importante. Tal como explicaré más adelante,
Schachter y Singer (1962) demostraron como la retroalimentación de nuestras
respuestas fisiológicas puede contribuir para producir una respuesta emocional
más intensa.
Teorías
de Cannon-Bard (Los sentimientos son un producto cognitivo)
En 1927 Walter Cannon
argumentó en contra de la posición de James-Lange, argumentación que fue luego
ampliada por Philip Bard (1938). Mediante la investigación de laboratorio,
mostraron que las reacciones fisiológicas que acompañan a diferentes emociones
son las mismas en una emoción u otra. En otras palabras, cuando una persona
está nerviosa, enfadada, tiene miedo o está enamorada, aumenta el ritmo
cardíaco, la velocidad de la respiración y los músculos se tensan. Así, se
dependiéramos únicamente de nuestras respuestas fisiológicas, no seriamos
capaces de distinguir una emoción de otra. Afirmaron, además, que el individuo
normalmente no es consciente de los cambios internos (como las contracciones de
los órganos viscerales, por ejemplo de los riñones y el hígado) y que incluso
los animales que por intervenciones quirúrgicas no fueron capaces de
experimentar estas sensaciones fisiológicas manifestaron reacciones emocionales
típicas. Propusieron que la experiencia emocional y la activación fisiológicas
ocurren al mismo tiempo, no una detrás de otra.
¿De qué forma? De acuerdo
con Cannon y Bard, cuando tropezamos con un ladrón, los impulsos nerviosos
llevan esa información a dos lugares importantes del cerebro: la corteza, el
área donde tienen lugar los procesos más sofisticados de pensamiento, le dice
que el ladrón constituye una amenaza para su seguridad personal, y el darse
cuenta de esto, este pensamiento, basta para producir el miedo. Al mismo
tiempo, el tálamo produce diversos cambios fisiológicos inespecíficos (o sea,
no son específicos de una emoción determinada, sino que se producen como
respuesta a cualquier emoción). Nos referimos a estos cambios como la reacción
de “estrés” o la reacción de “lucha o fuga”. Esta reacción le prepara para
gastar energía y prevenir un daño potencial. Si más adelante descubre que la
persona amenazadora no era un ladrón, sino sólo alguien que quería preguntarle
algo, ambas áreas se calmarán: la corteza hará desaparecer sus sensaciones de
miedo y el tálamo suspenderá la reacción fisiológica.
Esta teoría integró la
investigación sobre el papel del tálamo en la emoción. Su mayor defecto residía
en su incapacidad para reconocer la complejidad de las experiencias emocionales
y el modo en que éstas pueden ser influidas por la forma interprete el
individuo el “feedback” fisiológico.
Teorías de
Schachter-Singer (Las emociones dependen de una doble apreciación cognitiva:
como evaluamos el suceso y como identificamos lo que esta pasando en nuestro
cuerpo)
La opinión de que la
emoción supone una actividad puramente cognitiva llegó a ser la explicación
comúnmente aceptada hasta los años 60, cuando los innovadores psicólogos
Stanley Schachter y Jerome Singer (1962) cuestionaron que las respuestas
fisiológicas no tuvieran ninguna importancia.
Schachter y Singer
dirigieron unos experimentos del mayor interés. Administraron a un grupo de
individuos epinefrina, una hormona producida por la corteza de las glándulas
suprarrenales y que produce una activación autonómica, aumento del ritmo
cardíaco y de la tensión arterial. Luego los colocaron en situaciones que le s
inducían a sentirse contentos o tristes. Mientras tanto, habían dicho a la
mitad de los individuos en cada una de las situaciones (contento/triste) que la
inyección de tal sustancia causaría determinados efectos fisiológicos; la otra
mitad no fueron informados de tales efectos.
En general, los resultados
del experimento confirmaron la hipótesis de los investigadores. Los individuos
que habían sido informados de los posibles efectos de la inyección no indicaron
estar particularmente contentos o enfadados y se comportaron en consecuencia.
Por lo visto, atribuían su activación fisiológica a los efectos de la
sustancia, mientras los individuos que no sabían nada sobre los efectos de
ésta, notaron su activación, intentaron encontrar una explicación y concluyeron
que debería estar causada por una emoción. Al buscar una emoción “disponible”,
encontraron la explicación a mano y ajustaron su emoción a la situación en
cuestión.
Aunque investigadores
posteriores no han apoyado por completo la teoría de Schachter y Singer, sí han
confirmado algunos aspectos. Por ejemplo, parece seguro que el incremento de la
activación (que puede producir la inyección de una sustancia como la
epinefrina, el ejercicio físico o hallarse en una situación que produce miedo)
puede intensificar una emoción que ya existe (Reisenzein, 1983).
Se ha encontrado
considerable apoyo a las conclusiones de Schachter y Singer sobre el aumento de
las reacciones emocionales cuando se experimentan aumentos en la activación que
no se pueden atribuir a ninguna otra fuente. En cambio, la investigación
posterior no ha apoyado su conclusión de una disminución de los niveles de
activación conduzca automáticamente a una reducción de la intensidad emocional
(Reisenzein, 1983). En otras palabras, la activación puede aumentar la
intensidad de la emoción, pero no la causa necesariamente.
Teorías
del “Feedback” Facial (Nuestras expresiones faciales nos conducen a la emoción)
Recientes descubrimientos
sobre los efectos de nuestras expresiones faciales muestran clara relación con
las teorías que enunció William James hace ahora un siglo.
En una investigación sobre
la emoción, realizada en dos fases, se utilizaron actores profesionales. En la
primera, se pidió a los actores que pensasen en una expresión emocional de sus
propias vidas que reflejara cada una de las 6 emociones que se iban a investigar:
sorpresa, repugnancia, tristeza, ira, miedo y alegría. En la segunda, el
investigador principal entrenó a cada actor, con la ayuda de un espejo, a
representar una expresión determinada. No les pidió que sintiesen de una manera
especial, sino sólo que contrajesen determinados músculos faciales, con lo cual
representaba sonrisas, malas caras y otras expresiones comunes a los 6 estados
emocionales. En ambas fases fueron gravadas las respuestas del sistema nervioso
autónomo.
Aparecieron en este estudio
dos conjuntos de significativos descubrimientos. Primero, se encontró que las
respuestas fisiológicas eran diferentes según la emoción que estudiaban. Los
corazones, por ejemplo, latían más rápidamente en situaciones de ira y miedo
que en las de felicidad, las manos estaban más frías en ira y el miedo, y se
comprobaron otras diferencias físicas. Parece ser verdad que diferentes
emociones provocan diferentes respuestas, por lo menos hasta cierto punto. Esto
indica también que la teoría de James-Lange, descrita anteriormente, parece ser
cierta: recibimos “feedback” de nuestros cuerpos y a menudo recibimos
diferentes tipos de “feedback” ante distintas emociones.
El otro descubrimiento
interesante fue que cuando los individuos se limitaban a mover sus músculos
faciales, generaban señales fisiológicas de emoción más pronunciadas que cuando
pensaban en experiencias emocionales.
Conclusión
La
motivación es la fuerza que activa y dirige el comportamiento y que subyace a
toda tendencia por la supervivencia. Las investigaciones actuales centran
principalmente su atención a los factores que activan y dan energía a la
conducta.
Las emociones son
reacciones subjetivas al ambiente que van acompañadas por respuestas neuronales
y hormonales. Generalmente se experimentan como agradables o desagradables y se
consideran reacciones adaptativas que afectan nuestra manera de pensar.
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