Sueldo,
vacaciones, jornada laboral… Un sinfín de puntos a concretar cuando se firma un
contrato de trabajo, pero no quizás los más importantes. Las relaciones
laborales actuales se están redefiniendo tras la sacudida que ha hecho
tambalear los pilares de la economía actual.
Cracks
bursátiles, pánico en las bolsas internacionales, falta de confianza de los
inversores, rescates bancarios, cierres de miles de empresas y millones de
parados, son parte del fuerte terremoto que ha movido los cimientos del modelo
contractual actual.
En
este contexto, el contrato psicológico, el pacto no escrito que se produce cuando
el empleado entra a trabajar en una empresa y define el compromiso psicológico
entre ambas partes, ha cobrado una importancia crucial.
Y es
que la reciprocidad entre un individuo y la organización permite el equilibrio
en la empresa. Por eso, la ruptura de ese hilo transparente que los une puede
desembocar en falta de compromiso con el empleador y bajos niveles de
productividad.
El
concepto de contrato psicológico no es nuevo. Ya, en 1991, los autores del
libro ‘Comportamiento Humano en el trabajo, Comportamiento Organizacional’,
Keith Davis y John W. Newstrom, expertos en Management y recursos humanos lo
definieron como “una adición al acuerdo económico que cubre los salarios, las
horas de trabajo y sus condiciones. (…) Delimita el escenario del compromiso
psicológico del empleado con el sistema”.
Este
conjunto de expectativas no escritas, añade José Miguel Ucero, profesor de
Recursos Humanos de la escuela de negocios ESIC, en Madrid, “tiene una correspondencia
directa con el grado de satisfacción de las relaciones y es clave en la
continuidad de las mismas. Por ello, tiene efectos sobre la motivación
personal, el nivel de compromiso, el clima laboral y la fuga de talento”.
Por
tanto, ¿cómo habría que gestionar las relaciones explícitas entre empresa y
empleado en el escenario económico y empresarial actual?
Las
técnicas de reclutamiento, claves en el contrato
Los
expertos señalan que cuando una persona pasa a formar parte de una
organización, tras la selección y su inserción en las labores diarias, la
empresa debe preocuparse por crear condiciones que permitan al trabajador sacar
el máximo partido a sus herramientas profesionales para lograr los objetivos
personales y los organizacionales.
Precisamente
en la selección llevada a cabo hoy en día por las empresas se han detectado
errores que fomentan el incumplimiento del contrato psicológico. Según la tesis
titulada “Las nuevas técnicas de reclutamiento vistas bajo el prisma del
contrato psicológico” publicada a finales de verano 2010 por la Escuela de
Managment de Lille, en Francia, las herramientas utilizadas en la
selección del personal, como los eventos informales, el reclutamiento rápido y
el reclutamiento basado en técnicas web, provoca una fractura o directamente el
fracaso del contrato psicológico.
Las
técnicas en sí no son erróneas, sino su forma de aplicarlas, por lo que la
autora de la tesis, Tamara Podlunsek extrae una serie de recomendaciones. Hay
que vincular a los empleados en los nuevos procesos de reclutamiento y a los
objetivos de la empresa; se debe mejorar la supervisión de los
primeros años en el negocio del nuevo empleado; mejorar su situación laboral y
sus condiciones y sobre todo establecer unos buenos canales de comunicación que
faciliten la información desde abajo hacia arriba.
Por su parte, Ucero, de ESIC, señala que “hay
que cuidar los momentos clave, como procesos de selección, evaluación del
desempeño y del potencial pues se suelen prometer cosas que luego es difícil
cumplir". "La memoria ante esos momentos es selectiva y el interesado
no olvida las promesas”, advierte.
En
opinión de Juan Carrión, también profesor de Recursos Humanos de la misma
escuela de negocios, “muchas empresas, y en concreto, muchos directivos
cortoplacistas no suelen tener muy presente la importancia del contrato
psicológico. Es más, muchos creen que tiene que venir de serie en las personas
y que no tiene nada que ver con ellos”.
Pero
esto no sucede por arte de magia. Margarita Mayo, directora de cátedra de
Liderazgo de IE Business School, ejemplifica una situación cotidiana en donde
el empleado se vuelca con la empresa más allá de lo acordado. Por ejemplo,
cuando los empleados tienen que quedarse más horas para acabar un proyecto a
tiempo o tienen que atender los problemas de un cliente como hizo una azafata
de una aerolínea de bajo coste americana que se ofreció a cuidar a un perro
unos días porque la cliente no podía llevar al perro en el avión.
“Este
tipo de conducta del empleado que va más allá de lo que se espera según su
contrato sólo se consigue si hay una relación emocional basada en la lealtad y
la identificación del empleado con la empresa y su misión”.
Las
consecuencias del incumplimiento
El
profesor de ESADE y autor de varios estudios en el ámbito de los recursos
humanos, Carlos Obeso, apunta desde las conclusiones de la publicación “Jóvenes,
profesionales y urbanos”, publicado en 2011 en España, en colaboración con la
empresa de contrato temporal Randstad, que ha habido una ruptura de ese
contrato psicológico en la última década.
“Antes
la empresa daba al trabajador una seguridad y si cumplía unos objetivos y
requisitos, tenía la convicción de que iba a ser ascendido o recompensado. La lealtad del
trabajador, por tanto, era recompensada. Hoy en día
ese pacto no escrito se ha roto porque implica una economía estable en la
trayectoria de la empresa”.
El
experto en recursos humanos explica que el profesional pide a la empresa “un
proyecto donde desarrollar las capacidades y competencias, una correcta
política de conciliación de la vida laboral y familiar y unas relaciones
empresariales basadas en la autenticidad no en el ordeno y mando porque soy el
superior”.
Carlos
Obeso apunta que “ahora hay una inestabilidad [laboral] clara. Un contrato
indefinido no significa nada” y es que en su opinión este contrato psicológico
con la empresa es como el matrimonio. “Uno se casa pensando que es para toda la
vida, si no, no lo hace”.
Margarita
Mayo dice que la ruptura de este pacto no escrito “va asociado a una especie de
divorcio entre la empresa y el empleado en el que disminuye la satisfacción y
el compromiso con la organización, baja la productividad y aumentan los deseos
de abandonar la empresa”.
Por
su parte, el director general de la Fundación Adecco, entidad que apuesta por
la inserción laboral de las personas con dificultades para encontrar empleo,
Francisco Mesoneros, puntualiza que “es evidente que tiene que haber un
equilibrio entre el salario monetario y el emocional. Con una retribución
económica injusta, el trabajador puede caer en la desmotivación y en la falta
de expectativas, pero al mismo tiempo, la ausencia del compromiso del empleado
con la empresa puede tener consecuencias nefastas que afectarán directamente en
la productividad”.
Si
un trabajador no adquiere un contrato psicológico con su empresa, o lo rompe,
no entiende los objetivos de la organización como suyos, y se desvincula de
ellos, la relación trabajador-empresa está avocada al fracaso. “Esto se traduce
en desmotivación, una menor orientación a resultados, y en definitiva, un
compromiso menor en el trabajo”, añade.
Precisamente la palabra “compromiso” es la
clave para Carlos Obeso. “Aunque no sienta la empresa como mía y hoy pueda
trabajar en una compañía y mañana en otra, sí tengo que comprometerme con mi
trabajo y durante mi estancia en la organización dar lo mejor de mí para
cumplir los objetivos empresariales”.
“Cuando
se rompe el contrato psicológico la relación laboral se cosifica,
convirtiéndose, para ambas partes, en un simple medio para un fin…”, matiza
Juan Carrión de ESIC. Y es que cualquier empleado espera de su trabajo no
solamente un salario o unos beneficios económicos, “sino también un sentido de
pertenencia a una organización de la que pueda sentirse orgulloso y con la que
construye su propia identidad profesional”, completa Margarita Mayo de IE.
Ya
lo avanzó Adam Smith en el siglo XVIII, “el hombre busca el
máximo placer en el trabajo con el mínimo esfuerzo”. Y es que los objetivos
empresariales e individuales no son los mismos. Los trabajadores tratan de
sacar mayores beneficios de la empresa sin que su contribución sea excesiva,
mientras que muchos empresarios explotan a sus trabajadores para obtener una
mayor rentabilidad.
Francisco
Mesoneros apunta que "el trabajador que comienza a prestar sus servicios a
una empresa adquiere derechos y obligaciones, y entre los primeros, está,
indudablemente, el negociar y conocer las expectativas y posibilidades que va a
tener dentro de la organización. La comunicación entre directivo y subalterno
debe ser bidireccional, transparente y sincera, para de este modo no caer en la
desilusión o en la frustración profesional”.
La ruptura del contrato psicológico es
negativa, por tanto, para el empresario y para el trabajador. Ambos salen
perdiendo. “El empleado se sentirá engañado, pasará por una etapa de
frustración y tendrá consecuencias sobre su comportamiento. Una vez producido
esto optará por marcharse o peor todavía quedándose, generando un ambiente
enrarecido y negativo a su alrededor”, señala José Miguel Ucero de ESIC.
Recomendaciones
para evitar la ruptura del contrato psicológico
Los
contratos se infringen consciente o inconscientemente por desconocimiento de
sus reglas. Si hay razones empresariales que justifican otras reglas de juego,
el trabajador debe conocerlas. Por ello, es importante comunicar los cambios
que se producen y las razones que llevan a ello, así como sus consecuencias.
Es
clave comunicar lo que no va a cambiar para evitar especulaciones y minimizar
incertidumbres. “Lo más importante es ser consciente de que
la relación entre trabajador y empresario no es únicamente instrumental sino
que tiene un aspecto social y emocional”, aclara Margarita Mayo de IE.
“El
empresario debe preocuparse por la motivación de sus empleados, aplaudirles el
trabajo bien hecho, reconocer sus esfuerzos extras y atender sus dudas,
inquietudes y expectativas profesionales. Para ello, el diálogo y la buena
voluntad del directivo son esenciales”, recomienda Francisco Mesorenos de
Adecco. José Miguel Ucero, añade que “explicitar las expectativas no escritas
por las partes, facilita el contrato psicológico, pues si no son coincidentes,
el incumplimiento es más probable. Por esta razón, una buena comunicación
interpersonal es vital”.
En
definitiva, si en algo coinciden todos los expertos es que potenciar valores
como la coherencia, la integridad y el compromiso, permite crear un ecosistema
donde personas, compañeros, jefes y organización se respeten y por tanto las
expectativas del contrato laboral y del psicológico se vean cumplidas.
Fuente:
AmericaEconomia.com
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